A pocos días de la COP16, solo dos de los 28 países comprometidos han cumplido con sus aportes al Fondo Global de Biodiversidad, destinado a financiar la protección de la diversidad genética y de especies, lo que genera preocupación por la falta de atención a temas críticos.
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La Conferencia sobre la Biodiversidad de la ONU, busca discutir y evaluar los acuerdos internacionales sobre biodiversidad, pero el evento principal es la COP16, que se celebrará en Cali durante dos semanas. A pesar de su objetivo de avanzar en el cumplimiento del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal, un acuerdo histórico firmado por más de 195 países para detener y revertir la pérdida de biodiversidad para 2030, el panorama es desalentador. A solo días del inicio, los compromisos parecen ser más simbólicos que reales.
Este evento no es solo una oportunidad para el diálogo, sino también un campo de batalla donde se pondrán a prueba las tensiones sobre la soberanía de los recursos genéticos y naturales. El rol del país anfitrión es clave, especialmente ante posturas enfrentadas sobre quién debe financiar las medidas y cómo se deben movilizar los recursos. La falta de consenso, agravada por el incumplimiento de compromisos financieros, revela la profunda división entre los países desarrollados y en desarrollo.
Mientras los primeros insisten en enfoques voluntarios o de mercado, los segundos exigen una mayor responsabilidad por parte de quienes históricamente han contribuido más al deterioro ambiental. Esta falta de voluntad política amenaza con hacer de la COP16 otra cumbre más, llena de promesas vacías y lejos de los resultados que la crisis de biodiversidad demanda urgentemente.
¿La pérdida de biodiversidad es realmente una prioridad, o por qué cuesta tanto asignar recursos para su protección?
En los últimos 50 años, la población de especies silvestres ha disminuido un 73% a nivel global, siendo las regiones del Sur Global las más afectadas. América Latina y el Caribe han sufrido una drástica reducción del -95%, seguidas por África con un -76% y Asia-Pacífico con un -60%. Así lo detalla el último informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES).
Las cifras alarmantes sobre la extinción de especies exigen acciones proporcionales a la magnitud del problema. El Marco Global de Biodiversidad propone cuatro objetivos para 2050 y 23 metas para 2030, entre los cuales destaca la conservación del 30% de las áreas terrestres y marinas del planeta. Sin embargo, este ambicioso plan enfrenta desafíos significativos, especialmente para los países con menor capacidad, que podrían tener dificultades para cumplir con los nuevos objetivos.
Se establecieron dos acuerdos para garantizar el cumplimiento de estos objetivos: en primer lugar, la creación del Fondo del Marco Global de Biodiversidad, diseñado para movilizar recursos de diversas fuentes; y en segundo lugar, el compromiso de los países de altos ingresos de aportar al menos 20 mil millones de dólares anuales para apoyar a los países en desarrollo.
A pesar de las promesas, el informe “A Fair Share of Biodiversity Finance” revela que de los 28 países desarrollados, solo dos -Noruega y Suecia- están cumpliendo con los aportes acordados. Además, se estima que la mitad de estos países ricos deberían duplicar su financiamiento para revertir la pérdida de biodiversidad.
Esto es crucial, ya que los países en desarrollo, que son los más biodiversos, representan menos del 42% del gasto global en biodiversidad, a pesar de enfrentar serios problemas de pobreza y deficiencias en infraestructura y tecnología.
En estas cumbres siguen predominando los discursos de los países del Norte Global, que se presentan como benefactores al imponer medidas universales que omiten las necesidades particulares de manejo de la biodiversidad en los países de ingresos bajos. Un ejemplo de esto es el canje de deuda por naturaleza, que, aunque se presenta como una solución para financiar la conservación, en realidad perpetúa estructuras de poder que responden a los intereses de las naciones financiadoras sobre los territorios a “conservar”. Este enfoque permite que los países ricos sigan extrayendo recursos de los países en desarrollo sin abordar las causas profundas de la crisis ambiental.
La financiación que sí ha sido promovida son dirigidas a la especulación financiera tales como el mercado voluntario de carbono, que promueve las soluciones basadas en el desarrollo espontáneo de la naturaleza para la eliminación de carbono. Debido a la falta de métodos de medición, existen grandes incertidumbres de cuantificación de sus beneficios al haberse demostrado en un reciente estudio que el 90% de los créditos basados en bosques tropicales no eran cuantificables, es decir, no se pudo comprobar que estas áreas pudieran absorber las cantidades de dióxido de carbono prometidas.
¿Colombia realmente se suma al lema “Paz con la Naturaleza»?
Revertir la pérdida de biodiversidad depende de la acción a nivel nacional. Colombia, como uno de los países más biodiversos del mundo, tiene una gran responsabilidad paraevitar la extinción de sus especies. Los pocos resultados que se han obtenido han sido gracias a los esfuerzos descomunales del reducido sector científico nacional que monitorea, evalúa y propone estrategias de manejo sobre la situación de las especies amenazadas.
Mientras países como China y los miembros de la Unión Europea financian y promueven la protección de su biodiversidad agrícola mediante políticas de manejo y conservación, Colombia está renunciando a la producción agropecuaria y la posibilidad de acumular riqueza al negarse a renegociar los TLC que sustituyen la agricultura por productos extranjeros, centrando su producción a materias primas. Esto limita las capacidades del país para algún día tener la capacidad financiera para el anhelado desarrollo biotecnológico, agroindustrial y científico que permita la conservación de su biodiversidad.
El actual gobierno , más allá de recibir elogios del FMI por su aparente compromiso con la acción climática, no ha implementado un plan real para abordar los complejos problemas de la pérdida de biodiversidad, mejorar la calidad de vida de la población y adaptarse al cambio climático. Iniciativas como el monitoreo y la evaluación de la biodiversidad, la conservación, la restauración, la educación ambiental y la legislación de protección ambiental son costosas y, lamentablemente, han sido constantemente ignoradas en la financiación por los gobiernos colombianos.
Las medidas impuestas desde el Norte, como los impuestos verdes y una transición energética acelerada renunciando a la soberanía e industria nacional han sido aceptadas tanto por gobiernos neoliberales anteriores como por el actual. Mientras tanto, los países ricos evaden su responsabilidad al incumplir los compromisos de financiación que ellos mismos establecen para la protección de la biodiversidad y la adaptación al cambio climático.
Esta situación se ve agravada por recortes presupuestales, como el que se anticipa para el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en 2025, que será el más bajo en años, con un presupuesto de solo COP $253 mil millones. Estos recortes no solo limitan la capacidad del país para abordar desafíos ambientales urgentes, sino que también socavan la credibilidad de los compromisos internacionales en este ámbito.
El “elefante rosado” de Colombia en la COP16 será, sin duda, la construcción de una base militar en la isla Gorgona, lo que pone en riesgo este patrimonio nacional de biodiversidad y contribuye a la pérdida de ecosistemas valiosos. Al entregar un ecosistema estratégico como lo es Gorgona al manejo militar de Estados Unidos, este proyecto se convierte en un claro ejemplo de la incoherencia de este gobierno.
Para abordar esta crisis de extinción de biodiversidad no es con más especulación financiera por medio de mercados de carbono y los reciente créditos de biodiversidad que seguramente impulsarán en esta COP16, la estrategia debe ser promover la soberanía nacional y la toma de decisiones basadas en investigación nacional que permita industrializar con la tecnología de punta a nuestros países del sur global que tanta responsabilidad tienen en la conservación de especies y ecosistemas.
Tomado de Más Colombia
Escrito por: Clara Marcela Romero Hernández, Ingeniera Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia y estudiante de maestría en Recursos Hídricos de la Universidad del Valle.