División en el Pacto Histórico: Corcho vs Pizarro por la cabeza de lista al Senado
La coalición progresista Pacto Histórico enfrenta tensiones internas mientras se aproxima la elección de su lista al Senado para la legislatura 2026-2030. El foco de la disputa radica en dos figuras de alto perfil: Carolina Corcho y María José Pizarro. La primera reclama el puesto de cabeza de lista basándose en su amplio respaldo ciudadano; la segunda lo defiende argumentando el cumplimiento de un acuerdo político previo.
Tras la consulta interna del Pacto Histórico, en la que Iván Cepeda obtuvo la primera posición, Carolina Corcho quedó en segundo lugar con una votación significativa. Corcho sostiene que ese resultado le da legitimidad para encabezar la lista al Senado, en línea con un acuerdo verbal que se habría pactado para que quien ocupara el segundo lugar en la consulta asumiera la cabeza de lista legislativa. Por su parte, María José Pizarro argumenta que, al haber renunciado a competir por la Presidencia y apoyar la candidatura de Cepeda, se le garantizó ese liderazgo en la lista al Senado mediante un pacto formalizado con la cúpula del Pacto Histórico.

Diferentes interpretaciones de los acuerdos
El conflicto pone en evidencia que dentro del Pacto Histórico coexisten al menos dos versiones de los acuerdos internos. Bajo una interpretación está el llamado “trato electoral” por el cual la segunda votación de la consulta debe ostentar la cabeza de lista al Senado. Corcho apoya esta tesis argumentando que el movimiento debe dar muestras de que sus procesos obedecen al respaldo popular. En su discurso ha insistido que “quien encabece la lista debe contar con más votos de la ciudadanía”, una forma de afianzar la legitimidad democrática del proceso.
La otra interpretación la defiende Pizarro, quien afirma que su renuncia a la candidatura presidencial implicó un compromiso político más amplio: asumir el liderazgo del bloque legislativo para brindar unidad estratégica al Pacto Histórico. Según su versión, el acuerdo radicado ante la Registraduría estableció que la cabeza de la lista sería determinada por consenso entre los partidos miembros del bloque y que ella aceptó ese rol como parte del entramado de alianzas.
Impactos de la disputa para la cohesión del bloque
La disputa tiene varias implicaciones para el Pacto Histórico. Primero, refleja una tensión entre legitimidad democrática (votos ciudadanos) y lógica de partido (acuerdos internos). Esa tensión puede generar desconfianza en la base militante si perciben que los cargos se reparten a puerta cerrada. Segundo, la incapacidad de resolver la cabeza de lista al Senado de forma clara y rápida abre la puerta a divisiones visibles, que pueden debilitar la imagen de unidad de la izquierda en Colombia. El movimiento busca proyectarse como alternativa de cambio, lo cual requiere una estructura cohesionada.
En tercer lugar, la decisión que adopte el Comité Político del Pacto Histórico será observada como señal de transparencia o de clientelismo interno. Si se elige por consenso sin rendición de cuentas o criterios explícitos, se podría alimentar la crítica de que imperan los “acuerdos de pasillo”. Si se prioriza la votación ciudadana, se refuerza la narrativa de participación democrática, pero podría dejar fuera a quienes hicieron alianzas estratégicas.
¿Qué escenarios están sobre la mesa?
Algunos analistas señalan que una salida posible es combinar ambas figuras: que Corcho presida la lista por su alto respaldo ciudadano, mientras Pizarro asuma una posición de liderazgo legislativo o vicepresidencial, como una fórmula de reparto de poder. Otros comentan que el Comité Político podría postergar la decisión para negociar un “pacto de equilibrio” que preserve la unidad. El comunicado del Pacto Histórico ya señaló que la definición “se tomará de manera unitaria y transparente” en próximas sesiones, lo que confirma que la disputa permanece abierta.
Conclusión
La pugna entre Carolina Corcho y María José Pizarro por la cabeza de la lista al Senado del Pacto Histórico no es solo una lucha de nombres, sino un choque entre dos lógicas: la democracia participativa y los acuerdos internos de poder. La forma en que el bloque resuelva este impasse puede influir decisivamente en su capacidad para afrontar las elecciones de 2026 con cohesión y credibilidad. Si logran alinear la legitimidad ciudadana con la estrategia interna, podrían fortalecer su estructura política; de lo contrario, la división podría pasar factura.

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